Como muchas otras sociedades de todo tiempo y lugar, los francos inventaron diversas leyendas acerca de sus orígenes con el fin de establecer conexiones con otros pueblos de la antigüedad clásica y, de esta manera, aumentar su prestigio tanto a sus propios ojos como a los de los extraños. En este caso concreto, el nexo con la antigüedad clásica lo proporcionarían los troyanos.

En el anónimo Liber Historiae Francorum, de 727, se relata cómo tras la caída de Troya, 12.000 de sus habitantes dirigidos por Príamo y Antenor se establecieron en Panonia, fundando la ciudad de Sicambria. Como índice de la ingenuidad del autor, éste los sitúa tan sólo dos generaciones más tarde en la región del Rin y a finales del siglo IV d. de C. El propio Fredegario presenta en su Crónica una versión anterior de esta misma leyenda, en la que hace derivar la denominación del pueblo franco de un rey epónimo llamado Francio, a la manera de Rómulo y Roma.

Sin embargo… ¿Existe alguna base histórica que permita establecer algún tipo de conexión entre el pueblo germánico occidental de los francos y la sociedad de la Edad del Bronce que conocemos como Troya? Evidentemente, no; pero…

Las primeras expediciones piráticas de los francos de que tenemos noticia tuvieron lugar c. 260 y 278. Ambos sucesos resultan excepcionales y demuestran un grado de oportunismo y confianza tal por parte de los francos que evidencian que estos no eran ajenos ni a la piratería ni a la navegación de altura.

La primera expedición pirática de los francos

En la primera expedición, c. 260, los francos lanzaron un ataque a gran escala contra la Galia, sin duda como consecuencia de las noticias acerca de la desastrosa derrota y captura del emperador Valeriano por parte de los persas en Edesa. Aleccionado probablemente por la tímida respuesta ofrecida frente esta invasión por las autoridades imperiales, Póstumo, oficial de alto rango del ejército romano, se hace con el poder en Britania, Galia e Hispania, creando el denominado “Imperio gálico”, que no volvería a quedar bajo el control de Roma hasta pasados 14 años. Sin embargo, ni siquiera Póstumo sería capaz de impedir las depredaciones de los francos quienes, tras asediar Tours infructuosamente, cruzaron los Pirineos invadiendo Hispania, donde saquearon Tarragona, entonces un puerto de primera categoría así como capital provincial. Orosio califica en el siglo V como “todavía visible” la destrucción causada en este ataque, si bien esto no ha podido ser aún corroborado por la arqueología.

En el puerto de Tarragona, parte del ejército franco se apodera de una flota de navíos y cruza el Mediterráneo hasta un punto indeterminado de la costa norteafricana. Desafortunadamente, la única fuente de la que disponemos sobre estos acontecimientos (1) no relata nada más acerca de sus posteriores andanzas, si bien se ha llegado a afirmar (sobre bases más bien débiles, una inscripción relativa a la derrota de un grupo innominado de bárbaros) que saquearon Tetuán. En todo caso, lo cierto es que esta ciudad sufrió serios daños causados por el fuego a mediados del siglo III.

Orosio nos relata (2) que los germani permanecieron en este período 12 años en Hispania. No es imposible suponer que, posteriormente, los piratas francos hubieran regresado a sus hogares de origen desde Hispania, incluso, sobre la base de los hechos que se relatan en la segunda expedición, y por sorprendente que a priori pueda parecer navegando a través del Atlántico y del canal de la Mancha.

La segunda expedición pirática de los francos

En 278 la Galia, reunida otra vez con el resto del Imperio Romano, sufriría una nueva invasión franca. En esta ocasión, sin embargo, los francos resultaron derrotados decisivamente a manos del emperador Probo (3). Se capturó un gran número de prisioneros, a los que se estableció en el Ponto, en la costa del mar Negro de Asia Menor. Desde 253 las costas del Egeo y del mar Negro del Imperio habían sufrido graves ataques a manos de los piratas godos y hérulos, quienes incluso llegaron a saquear ciudades importantes tales como Atenas, Nicomedia y Nicea. La intención del emperador probablemente fuese la de proporcionar una defensa a la región contra tales piratas, si bien su iniciativa no se vería precisamente coronada por el éxito.

En 279, tal vez aprovechando la guerra civil que sacudió el imperio ese año, los francos se rebelaron, se hicieron con el control de una flota romana y abandonaron las costas del mar Negro, al parecer sin sufrir reacción romana alguna. De esta manera, cruzaron el Bósforo penetrando en el Egeo. Debemos recordar que cuando los godos habían intentado la misma travesía 20 años atrás, las corrientes traicioneras del estrecho destruyeron gran parte de sus navíos.

La flota franca realizó diversas incursiones sobre las costas de Grecia y Asia Menor antes de cruzar el Mediterráneo y arribar a Cirenaica. De allí pusieron rumbo a Sicilia, donde atacaron Siracusa antes de retornar a Africa, de donde serían repelidos por un ejército romano en las cercanías de Cartago. Sin embargo, la derrota sufrida no fue lo suficientemente seria como para impedirles cruzar poco después las columnas de Hércules y salir al Atlántico. En ningún momento de su periplo los piratas francos se vieron confrontados o perseguidos por una flota romana, lo que demuestra hasta qué punto el poderío naval del imperio había decaído con ocasión de los largos siglos de paz posteriores a la supresión de la piratería cilicia durante el primer siglo a. de C. Finalmente, los francos regresaron triunfalmente a la región del Rin, probablemente tras costear Hispania y Galia… y no resulta del todo descabellado suponer que tal vez fueran los distantes ecos de esta expedición los que dieron lugar, pasado el tiempo, a la creencia de los francos de siglos posteriores de que su pueblo tenía orígenes troyanos.