“789: En este año el rey Beorhtric tomó por esposa a Eadburh, hija del rey Offa. Y en esos días arribaron por vez primera tres barcos de los hombres del norte, provenientes de Hörthaland. El reeve (1) cabalgó hasta ellos y, como no sabía de quiénes se trataba, trató de que se presentaran ante los oficiales reales, pero aquellos hombres le mataron. Y esos fueron los primeros barcos de los daneses en llegar a Inglaterra.” (2)

Así es como nos relata la Crónica anglosajona el primer ataque y la primera víctima de los vikingos. Cuatro años más tarde, en 793, tuvo lugar el asalto, mucho más conocido, al monasterio de Lindisfarne, en Nortumbria:

“La piratería de los paganos puso fin miserablemente a la iglesia de Dios en Lindisfarne por medio de la rapiña y el asesinato.” “Nunca antes habíase sufrido tal terror en Britania como el que ahora sufrimos a manos de una raza pagana”, escribía el monje Alcuino, contemporáneo de los hechos narrados, “ni se pensaba posible realizar una tal travesía por mar (3). Contemplad la iglesia de san Cutberto, salpicada con la sangre de los sacerdotes de Dios, despojada de sus ornamentos; un lugar más venerable que cualquier otro en Britania ha caído presa de los paganos.”

Para los anglosajones, los vikingos eran “paganos”, “daneses” (4) u “hombres del norte” (“northmen”). El término “vikingo” propiamente dicho se utilizaba raramente fuera de Escandinavia, si bien hay quien lo hace derivar del sajón wic (campamento militar) o incluso del latín vicus, en su sentido de centro comercial. Las fuentes francas se refieren a ellos como “normandos” u “hombres del norte” (“nordmanni”) mientras que los cronistas alemanes los denominaban “ascomanni” (hombres del fresno), descripción que se suele presentar como “sin explicación conocida a día de hoy”, y para la que se suele sugerir la poco plausible posibilidad de que se refiriera a la madera de la que estaban construidos sus barcos (que era roble, y no fresno) (5). Las fuentes musulmanas de la península Ibérica se refieren a ellos como “al-Madjus” (paganos, adoradores del fuego). Las eslavas como “rus” (término probablemente derivado del término finés para Suecia, Rotsi, que a su vez es posible significase originalmente “remeros”). Los bizantinos los denominaban “rhos” (“rojo” en griego, probablemente a causa de su complexión rubicunda) o “varangoi” (probablemente del normánico antiguo var, juramento o lazo de lealtad, como descripción del nexo entre los miembros de las bandas de comerciantes-guerreros que viajaban hasta territorio bizantino provenientes de la península escandinava). Tan solo los irlandeses, que se referían a ellos como “lochlannach” (“hombres del norte”) o “gaill” (“extranjeros”) intentaron diferenciar entre noruegos (“finn-gaill”, extranjeros blancos) y daneses (“dubh-gaill, “extranjeros negros”). Los cronistas de otras naciones tendían más bien a utilizar de manera indiferente los términos “daneses”, “noruegos” e incluso “suecos”. Así, por ejemplo, Adam de Bremen, escribiendo alrededor de 1075, se refiere a los “daneses y suecos, a los que llamamos noruegos u hombres del norte”; y también nos dice que “los daneses y los suecos y los otros pueblos de más allá de Dinamarca son denominados noruegos”. Por ello, cuando la Crónica anglosajona se refiere de manera reiterada a “dene” o “dani”, no debería asumirse necesariamente que los vikingos en cuestión fueran realmente originarios de Dinamarca.

En cuanto al origen del término “vikingo” en sí, se desconoce con plena seguridad, si bien parece aceptarse a día de hoy que deriva de vik (fiordo o bahía resguardada), lo que podría hacer de un vikingo un “pirata que se refugia en un fiordo o bahía”. Según otras hipótesis, se trataría originalmente de los habitantes de la región de Vik, en Noruega (hipótesis actualmente en franca decadencia, dado que parece gramaticalmente imposible, problema que comparte con el hipotético origen a partir de wig, batalla), o derivaría de vikja (desviarse, apartarse, en el sentido de que los vikingos se habían “apartado del buen camino”). Sea como fuere, las fuentes escandinavas emplean el término viking en el sentido de piratería o ataque de piratas, mientras que cada participante en una de tales expediciones era conocido como vikingr. Dado que esas mismas fuentes aplican el término de igual manera a piratas de todas las latitudes (incluidos casos en los que marinos musulmanes son apelados de esta manera), debemos concluir que se trata en todo caso de un término aplicado a un modo de vida, a una profesión, y no a una comunidad étnica concreta.

Las razones que se sugieren para explicar la súbita aparición de los vikingos a finales del siglo VIII son asimismo numerosas y variadas. A menudo se cita una hipotética superpoblación que habría tenido lugar en Escandinavia entre los siglos VII y VIII. Como factor coadyuvante, el establecimiento de formas de poder cada vez más organizadas en Europa occidental, como el reino franco, habría actuado como factor multiplicador del comercio y, por lo tanto, también de la piratería. Finalmente, sin duda alguna, la evolución de la construcción naval que tuvo lugar en Noruega y, sobre todo, Dinamarca durante los siglos VII y VIII nos ofrece la explicación final al fenómeno: los vikingos atacaron las costas europeas (y africanas, y asiáticas) en cuanto dispusieron de los medios para ello, es decir, sus barcos.