Contexto familiar y político de Ludovico Pío (Luis el Piadoso)

Ludovico Pío fue el cuarto hijo legítimo varón de Carlomagno (padre de unos veinte hijos, entre varones y hembras, legítimos e ilegítimos), nacido en 778 de Hildegarda de Saboya, la tercera esposa del rey de los francos. Sus hermanos legítimos eran Pipino el jorobado, Carlos el joven y Carlomán. Lotario, gemelo de Ludovico, moriría antes de cumplir los tres años de edad.

La estrategia política de Carlomagno pasaba por enviar a sus hijos a territorios distantes de su reino que, hasta hacía poco, habían constituido reinos propios; nombrarlos allí reyes y asegurarse de que fueran educados según las costumbres del país, gobernando asimismo mediante la aplicación de las leyes locales. Cada uno de estos reinos jugaba un importante papel militar, dado que suponían el respaldo de diversas zonas fronterizas o marcas. Sin embargo, Carlomagno no otorgó a sus hijos independencia política, y se encontraban en todo caso vinculados a su propia autoridad central.

Así, Carlos el joven sería nombrado rey de Neustria; Pipino (antes conocido como Carlomán) de Italia; y Ludovico de Aquitania (en 781), territorio que respaldaba la marca Hispanica y al que se añadieron las provincias de Septimania, Provenza y parte de Borgoña.

Pipino el jorobado, el hijo mayor de Carlomagno, se vería envuelto en una rebelión contra su padre, siendo desheredado en 780 y enviado a un monasterio donde moriría en 813. Su rebelión causó asimismo que su hermano Carlomán recibiera el nombre real de Pipino. En 806, mediante la Divisio Regnorum, Carlomagno nombraba a Carlos el joven como su heredero, pero éste moriría en 811, mientras que Pipino había fallecido el año anterior. De esta manera, el más joven de los hijos legítimos del emperador sería coronado coemperador en 813, heredando la totalidad del reino franco a la muerte de su padre en 814, con la excepción de Italia, que quedaba sujeta a su soberanía pero en manos del hijo ilegítimo de Pipino, Bernardo (1).

Según nos relata el autor conocido como “Astrónomo” en su Vita Hludowici imperatoris, SS rer. Germ. 64, cap. IIII, pag. 294, lin. 18, mientras el joven Ludovico se hallaba en Aquitania, su padre se veía obligado a realizar continuas y costosas campañas contra los sajones. En cierto momento del año 785, Carlomagno receló que los aquitanos pudieran volverse levantiscos debido a su prolongada ausencia, así como que su hijo pudiera asumir malas costumbres de aquellas gentes. Para evitarlo, envía una poderosa escolta militar que acompañe a Ludovico (de quien se nos dice que ya era un buen jinete) hasta donde se encontraba su padre, dejando a ciertos marqueses encargados de la defensa de las fronteras del reino.

Es entonces cuando Ludovico se presenta ante su padre en la asamblea del reino, reunida en Paderborn:

Ludovico se presenta ante Carlomagno vestido al uso de los vascones y acompañado de otros jóvenes de la misma edad vistiendo el mismo traje, que se componía de una túnica exterior redonda, camisa de mangas sueltas, calzones largos, calzas con espuelas y una lanza arrojadiza en la mano.

No olvidemos que sólo 7 años atrás, en 778, la retaguardia del ejército de Carlomagno había sido destruida por los vascos en la batalla de Roncesvalles, y que tan sólo en 769-70 había reprimido Carlomagno la última gran revuelta de Aquitania. Y tampoco que los jinetes vascones reclutados en Wasconia (Vasconia continental) constituían precisamente la columna vertebral del ejército de Aquitania, respaldo del poder franco no sólo al sur del Garona, sino incluso al sur del Loira. Por todo ello, el rey franco había encontrado, con el nombramiento de su hijo como rey, la solución perfecta que le permitiría saciar tanto las ansias de autonomía de este territorio como las necesidades de la lucha contra los musulmanes de la península. En ese sentido, que el rey de Aquitania, hijo del rey de los francos, apareciera ante la asamblea real ataviado a la usanza de los súbditos que encarnaban su poder militar suponía un excelente gesto político, un buen golpe de efecto que sería recordado en Toulouse y una fuente de prestigio nada desdeñable.