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HISTORIA DE LA NACION CARAÍBA

Mar Mar 06 2012, 21:37 por Egho

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HISTORIA DE LA NACION CARAÍBA

PROLOGO

En este trabajo encarado con la seriedad que amerita toda historia y conclusiones propias fundamentadas en el análisis de documentación histórica, …


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FALACIAS DE LA HISTORIA (I); YATASTO

Miér Jun 27 2012, 03:43 por Egho


Con este articulo prosigo en este nuevo foro la serie de falacias historicas inciadas en el viejo barco. 
Espero que dentro de los próximos cinco siglos algún inquieto investigador nos "descubra" …


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A 203 AÑOS DE LA REVOLUCION FRUSTADA

Jue Mayo 30 2013, 02:15 por Egho

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Los 25 de Mayo, los criollos –en realidad los habitantes de Buenos Aires -   festejan –yo no, pese a ser criollo-  ese dia como el de la ruptura definitiva con los débiles lazos que nos …


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CORRUPCION SE ESCRIBE CON K

Jue Mayo 30 2013, 01:58 por Egho

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El sábado pasado, muchísimos idiotas útiles, alguno engañados  y unos cuantos mafiosos festejaron los diez años de la “era” “K”  ; 25 DE MAYO DE 2003- 25 DE MAYO DE 2013.-

Un gran …


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FALACIAS DE LA HISTORIA (IV)

Miér Jun 27 2012, 06:22 por Egho

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FALACIA DE LA HISTORIA IV

CARNE DE CAÑON

¿Podremos Llegar a Viejos?                                                                 [SEPA/Diario El Peso] –(Edicion del 18/04/2011)


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Apuntes sobre Roma y la coexistencia de idiomas

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18032011

Mensaje 

Apuntes sobre Roma y la coexistencia de idiomas Empty Apuntes sobre Roma y la coexistencia de idiomas






En su libro Bilingualism and the Latin Language (Oxford, 2003), J.N. Adams realiza un excelente e innovador trabajo de investigación sobre el bilingüismo en el Imperio Romano (en realidad, desde el s. I a.C. hasta finales del III d.C.). Me he basado sobre todo en su obra, pero también en Empires of the Word, de N. Ostler (New York, 2005) para presentar aquí algunas notas sobre la coexistencia entre el latín y las lenguas vernáculas en la época citada.

En el caso del Mediterráneo oriental no parecen existir demasiadas dudas al respecto: el idioma griego estaba ya sólidamente establecido en la época de la conquista romana, suponiéndose además, desde antiguo, su conocimiento a los miembros de las elites romanas (si bien sobre este particular podría discutirse largo y tendido). Así, el griego sería en estos territorios el idioma de las clases altas, de la administración (con la excepción de la justicia, impartida en ocasiones en latín o en idioma vernáculo, como el egipcio o el arameo de Siria y Palestina – que sería utilizado incluso en Egipto en este ámbito legal –) y de las legiones, cuyo idioma común sería siempre el latín.

Lo cierto es que el concreto grado de bilingüismo del Imperio no puede ser cuantificado, y la situación desde luego cambió a lo largo del tiempo, pero existe constancia, a menudo fragmentaria, de la coexistencia del latín con numerosos otros idiomas: galo, idiomas célticos ibéricos, osco, umbro, véneto, etrusco, aquitano, hebreo, arameo, copto, púnico, libio, tracio, frigio, diversos idiomas germánicos y, desde luego, con el griego. También se hablaban otros idiomas, pero no han dejado rastro alguno.

Asumiendo que los hablantes (o escribientes) de los diversos idiomas podían gozar de un rango de competencia lingüística extremadamente variable, he seleccionado una serie de textos, a modo de notas, con el fin de presentar esta situación. Dejaré de lado, por su gran extensión entre las elites y sub-elites romanas, la cuestión del bilingüismo latín/griego, ya que, como señalaba Quintiliano, “la educación de los niños debe comenzar con el griego” (I.I.12, a sermone Graeco puerum incipere malo, quia Latinum, qui pluribus in usu est, uel nobis nolentibus perbibet). Ya en época republicana, según nos narra Valerio Máximo (Val. Max. 2.2.3), al embajador de Rodas, Apolonio Molo, se le permitió dirigirse al Senado de Roma sin necesidad de intérprete.

En todo caso, este bilingüismo latín/griego de las elites abarcaría también diversos grados de conocimiento, desde por ejemplo el caso del procónsul en Asia Menor en 187 a.C., P. Craso Muciano, descrito por Valerio Máximo como capaz de utilizar los cinco dialectos griegos, hasta Verres, gobernador de Sicilia, objeto de burla por parte de Cicerón por su completo desconocimiento del idioma, pasando por el emperador Augusto, quien no se sentía completamente seguro expresándose en griego.

El primer apunte a presentar es el caso de Ovidio en su exilio a orillas del mar Negro. En sus poemas de esta época afirma estar olvidando su latín (5.12.57, ipse mihi uideor iam dedidicisse Latine); llega a temer que en sus escritos se deslicen inadvertidamente palabras extranjeras (5.7.59-60, nec dubito quin sint et in hoc non pauca libello / barbara, 3.14.49-50, crede mihi, timeo ne sint inmixta Latinis / inque meis scriptis Pontica uerba legas); afirma haber aprendido a hablar tanto geta como sármata (5.12.58, nam didici Getice Sarmaticeque loqui); confiesa que pondera la posibilidad de escribir utilizando las formas poéticas getas (3.14.47-48, Threicio Scythicoque fere circumsonor ore, / et uideor Geticis scribere posse modis) y, finalmente, admite incluso haber escrito un libellus en idioma gético, con “palabras bárbaras, en nuestro metro” (Pont. 4.13.19-20, a, pudet, et Getico scripsi sermone libellum, / structaque sunt nostris barbara uerba modis).

Desde luego, las concretas afirmaciones lingüísticas vertidas por Ovidio en su poética del exilio pueden no ser más que pura fantasía, o un mero recurso literario, pero resultan en todo caso reveladoras sobre la percepción romana de los idiomas extranjeros y la posibilidad de su aprendizaje y utilización.

El segundo apunte nos lleva hasta una época muy posterior: el tardío imperio de alrededores de 400 d.C., cuando la monja Egeria visita Jerusalén y plasma por escrito las experiencias de su viaje (47, 3-4):

Et quoniam in ea prouincia pars populi et grece et siriste nouit, pars etiam alia per se grece, aliqua etiam pars tantum siriste, itaque quoniam episcopus, licet siriste nouerit, tamen semper grece loquitur et nunquam siriste: itaque ergo stat semper presbyter, qui episcopo grece dicente siriste interpretatur, ut omnes audiant quae exponuntur.

Lectiones etiam, quecumque in ecclesia leguntur, quia necesse est grece legi, semper stat, qui siriste interpretatur propter populum, ut semper discant. Sane quicumque hic latini sunt, id est qui nec siriste nec grece nouerunt, ne contristentur, et ipsis exponitur eis, quia sunt alii fratres et sorores grecolatini, qui latine exponunt eis.


(“Dado que en aquel país parte de sus gentes conocen tanto el griego como el siríaco, mientras que otros tan sólo hablan griego y algunos más tan sólo siríaco, y puesto que aunque el obispo conoce el siríaco siempre habla en griego y nunca en esta lengua, siempre se halla a su lado un sacerdote que, mientras el obispo se expresa en griego, traduce sus comentarios al siríaco de manera que todos puedan entenderle. De la misma manera se leen las lecciones en la iglesia: ya que éstas se leen en griego, siempre hay alguien que las traduce al siríaco para beneficio de la gente, de manera que puedan recibir instrucción. Y para los latinos que allí se encuentran, esto es, quienes no hablan ni siríaco ni griego, para ellos también existe interpretación, de manera que no padezcan, porque allí siempre se encuentran hermanos y hermanas doctos tanto en griego como en latín, y que dan las explicaciones en este idioma.”)

Nos trasladamos a la Galia en el tercer apunte: San Ireneo, que en el s. II d.C. se traslada desde Asia Menor a Lugdunum (Lyon) con el fin de hacerse cargo de su obispado, manifestará haber tenido que aprender “una lengua bárbara” cuando llega a esta ciudad (Adversus Haereses, i, prefacio). Ya en el s. III el jurista Ulpiano expone que ciertas declaraciones juradas pueden realizarse válidamente en galo (Digesto, xxxi, 1.11). A finales de ese mismo siglo, el historiador Lampridio menciona a una druidesa que profetiza en galo la muerte de Alejandro Severo, emperador de 222 a 235, (Alexander Severus, XL). Asimismo, en un diálogo de Sulpicio Severo (363-425), encontramos a un galo que no habla buen latín y al que se le espeta: “Háblanos en céltico o, si lo prefieres, en galo”. Incluso ya en el s. V, Sidonio Apolinar (Epistulae, iii.3) afirma que la nobleza de los arvernos, una tribu de la Galia central, había aprendido latín recientemente y aún se estaba librando de “las rudas escamas de la lengua gala” (sermones Gallici squamam).

Conocemos también el famoso contexto industrial de La Graufesenque, un importante centro romano-galo de producción de cerámica durante la época de Augusto. Los nombres de los alfareros han llegado hasta nosotros parte en galo y parte en latín. Asimismo, mientras que muchos de los textos presentes como graffiti en estas cerámicas están escritos en galo, algunos lo han sido en latín, mientras que otros presentan mezcla de ambos idiomas.

Conclusiones

La preeminencia del latín resulta indiscutible en la mayor parte de los ámbitos estatales, especialmente en los asuntos militares y legales. No existe, sin embargo, evidencia alguna de que los romanos procuraran en modo alguno eliminar los idiomas vernáculos de los países conquistados; esta iniciativa, de manera indirecta, sería adoptada por las propias clases dirigentes provinciales al convertirse ellos mismos en bilingües primero y abandonar su idioma tradicional más tarde, a menudo en el curso de tan sólo dos o tres generaciones. Existen de hecho numerosas evidencias de hablantes de lenguas vernáculas que aprenden latín, pero prácticamente ninguna de que los hablantes de esta última lengua aprendieran ninguna otra, con la excepción generalizada del griego y, durante los primeros tiempos de la República, también del púnico y el etrusco. Como uno de los instrumentos de la romanización tenemos la educación ofrecida a los provinciales del occidente del Imperio, llevada a cabo en latín, junto con cierto grado de supresión de los sistemas locales de escritura. Los antiguos idiomas pasaban por lo tanto a verse escritos durante algún tiempo en alfabeto latino, antes de desaparecer su uso escrito por completo. El prestigio asociado con la lengua latina, combinado con el deseo de introducirse en el mundo romano, es por lo tanto la causa principal de los cambios lingüísticos que tuvieron lugar en el occidente del imperio, donde no existía ninguna otra cultura capaz de hacer frente a la romana. Estos cambios tenían lugar en la esfera oficial en un primer momento, mientras que en el ámbito privado, la utilización informal de las lenguas vernáculas no cesaba tan abruptamente.

El bilingüismo y el contacto entre lenguas resultan claves a la hora de explicar la diversificación del latín. Es más: la entrada de palabras del sustrato lingüístico prelatino en los varios latines locales contribuyó sin duda a la diversidad dialectal de las áreas periféricas del Imperio.

(c) Hartza 2006
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